La paciente canina presentará secreciones vaginales sanguinolentas o purulentas en un 85% de los casos, coincidiendo con el periodo que va desde la segunda a la octava semana tras el celo. En este caso, cuando el cérvix permanece abierto, hablamos de piometra abierta. Pero también puede tratarse de una piometra cerrada y no haber descarga vaginal, en cuyo caso el pronóstico es más grave.
Te explicamos las diferencias:
Los síntomas de la piometra canina incluyen: fiebre, letargia, inapetencia, poliuria y polidipsia. Raramente también puede dar lugar a diarrea y agrandamiento abdominal. En casos muy avanzados o que no han recibido el tratamiento veterinario correcto puede llegar a producir septicemia, toxemia, peritonitis e insuficiencia renal.
Si tu perra presenta cualquiera de estos síntomas, nuestra recomendación es que acudas lo más rápido posible a tu veterinario de confianza.
El tratamiento de elección en piometra canina es la cirugía. Sin embargo, pueden intentarse dos abordajes diferentes dependiendo del estado de evolución de la enfermedad y de lo conservador que se quiera ser:
En el postoperatorio deberán controlarse los signos de infección, ya que una piometra avanzada puede derivar en peritonitis.
Aunque generalmente la piometra suele aparecer en perras a partir de 5 años o que se hayan sometido a tratamientos hormonales, ninguna perra sexualmente madura está exenta de sufrir piometra. Por eso, la mejor forma de prevenir la aparición de ésta es una esterilización temprana.
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